¡Vaya, ya tengo ante estos ojos de présbite las primeras fotos-denuncias! Pues sí que se han dado prisa estos observadores: para mí que las tenían guardadas y le han dado a la tecla y ya está. ¡Malhadados adelantos! Ahí van, hala, cuatro o cinco de golpe, como si uno no tuviera suficiente con las galeradas que me abruman y aplazan (Masa y poder, nada menos que Masa y poder: casi un millón y medio de matrices, y de Canetti, que no son unas matrices cualquiera)… y este crucigrama que se me ha atravesado. En fin, vamos allá, a ver qué tripa se les ha roto:
«Príncipe Pio» –esta va de tildes–, «Atencion. Area de accesos restringidos al trafico» –otra que tal, y unos cuantos para que quede claro que las virgulillas no van con ellos–, «Un sólo disparo puede cambiar el mundo» –otra, voto a tal–. Tres por falta de una, aunque las dos primeras son oficiales, o sea, incorrecciones oficiales, ajá: estas van a dar mucho juego, aunque contestarán (¡?) por silencio administrativo, y a ver cómo lo tramitan los del Observatorio; y además la primera digamos a capricho, que en «príncipe» la plantan y luego, como si se hubieran cansado, se la ahorran: ¿serán los famosos recortes (puestos a ellos, la verdad es que es menos dañino que los que tocan el bolsillo, como puedo ver en las facturas que tanto me cuesta elaborar y en las declaraciones trimestrales que siempre tengo la duda hasta momentos antes de dejarlas en mano de la cajera, que mira tú que es seca, la pobre, que hasta saludar le cuesta, y eso que voy a abonar en cuenta –creo que se dice así–)? (Ya se me ha vuelto a quedar descolgado el signo: tengo que consultar el MELE).
¿O será que la escriben como acaso lo hiciera el tal príncipe –primo y marido de doña Isabel la Segunda, de generosos pechos, esta, y dudosa sexualidad, aquel–… pero ya estoy desbarrando y se me asoma el siglo XIX por las costuras; en fin, valga que ya se sabe que en este siglo tan alborotado la ortografía era más bien caprichosa, y más si eras príncipe, claro? (Otra vez el dichoso signo, que ya me está tocando un poco las narices). (Y ahora el punto y el paréntesis: espero que no lo vaya a leer Martínez de Sousa, que tendrá cosas mejores que hacer… entre otras algún otro manual-tocho). (Insisto; será mejor que cambie de tercio.)
¡Que no, que no, Erasmo, que te olvidas de la de Nike, atropellado! Bueno, en realidad de este solo puedo decir que ya les veo a los de esta multinacional, que está claro que les funciona mejor el conocidísimo símbolo, aunque nada más sea porque estos no gastan tildes, ventilando en la reunión semanal del Departamento de Comunicación Creativa de Tangibles e Intangibles el asunto, recibida la reclamación pro forma del Observatorio, con un «¡ya es mala suerte, por una vez que la ponemos, lo ponemos mal!» Y es que a veces hay que reconocer que es difícil atinar si las pones a voleo, como aquel compañero que tenía en el bachillerato (de los de dictados y reválida, y en el Hogar pilotado con mano firme por el padre Mundina, luego televisivamente conocido como ‘el cura de las plantas’), que primero escribía todo limpio y esmerado y cuando terminaba ‘sembraba’ la cantidad de tildes que estimaba convenientes para el caso: ¡qué tiempos tan poco heroicos! Pero todos tranquilos que aquí llega al rescate la Real Academia Española de la Lengua, que algunos en su empanada llaman Real Academia de la Lengua Española, aligerando en gran medida la atribulación y eliminando la del «sólo» adverbial y la de los pronombres demostrativos; y no hay concesión al equívoco, que ya está bien de contemplaciones. ¡A ver qué preparan para la próxima!