¡Salve, amantes de los textos bien escritos! Soy yo, Justi, el Mítico Corrector Justiciero. Tras un paréntesis que se ha prolongado más de lo que me gustaría, ¡estoy de vuelta! Debo reconocer que me ha costado un poco, pues cada vez me resulta más difícil enfundarme la capa y el traje, no solo porque los años no pasan en balde, sino porque apenas quedan ya cabinas telefónicas.

Hoy, quiero hablaros de un fenómeno que clama al cielo tipográfico: las líneas viudas y huérfanas. Antes de que penséis que esto huele a dramón victoriano, aclaremos: no, no me refiero a señoras que han perdido a su marido o a pobres niños desamparados del siglo XIX. Las líneas viudas y huérfanas son esos desajustes que rompen la armonía de un texto, dificultan la lectura y provocan pesadillas a lectores, correctores y maquetadores, entre otros. Vamos a conocerlas.

Las viudas: un final en soledad

Una línea viuda es esa línea final que, en lugar de quedarse cómodamente con las demás integrantes de su párrafo en la misma página, decide mudarse a la siguiente, sin más compañía que los márgenes y los saltos de párrafo. ¿El resultado? Un párrafo dividido y una página que parece un borrador mal rematado, como si alguien contara un chiste y dejara la gracia para después del corte de página.

Las huérfanas: historia de un abandono

Luego están las huérfanas, esas líneas iniciales de un párrafo que quedan abandonadas a su suerte al final de una página mientras las demás líneas deciden hacer piña en la siguiente. Una huérfana no solo es un desajuste tipográfico; es un grito visual de auxilio. Mientras mira con ojos tristes al lector, parece esperar que alguien la rescate de su destino solitario.

Las viudas y las huérfanas no solo desordenan visualmente el texto, sino que hacen que el lector tenga que hacer un salto mental innecesario, como si cada página fuese un campo de obstáculos. Y aquí es donde yo entro en acción.

¿Por qué importan tanto?

Algunos os preguntaréis: «Pero, Justi, ¿de verdad es tan grave?». ¡Y tanto que lo es! Las viudas y huérfanas no son solo un problema estético, sino también una cuestión de respeto al lector y al mensaje. Cada interrupción visual distrae, rompe el ritmo y hace que el texto pierda fuerza. Y no sé vosotros, pero yo no lucho contra Titivillus para luego permitir que un diseño descuidado arruine el final épico de un párrafo.

¿Cómo combatirlas?

El enemigo es poderoso, pero yo también tengo mis recursos. Aquí van mis armas infalibles:

– Ajuste manual de párrafos: A veces, con hacer un pequeño ajuste en la longitud de las líneas o la separación de palabras, se resuelve el problema.

– Configuración de párrafos en el procesador de textos: Word no es una herramienta para maquetar, pero la inmensa mayoría de los correctores trabajamos en ella, así que toma nota de lo que debes hacer para evitar desaguisados con estas líneas.

  1. Selecciona el texto que quieres formatear:
    • Puedes hacerlo con todo el documento (Ctrl+E o Ctrl+A, según el idioma de tu herramienta) o solo con los párrafos específicos donde quieres aplicar la configuración.
  2. Abre el cuadro de diálogo «Párrafo»:
    • Haz clic con el botón derecho en el texto seleccionado y selecciona «Párrafo» en el menú.
    • Como alternativa, en la cinta de opciones, ve a la pestaña Inicio y haz clic en la flechita de la esquina inferior derecha del grupo Párrafo.
  3. Activa el control de líneas viudas y huérfanas:
    • En el cuadro de diálogo «Párrafo», ve a la pestaña Líneas y saltos de página.
    • Marca la casilla Control de líneas viudas y huérfanas.
  4. Aplica el formato:
    • Haz clic en Aceptar para aplicar los cambios al texto seleccionado.
  5. Comprueba el resultado:
    • Word ajustará automáticamente los saltos de página para evitar que las líneas viudas y huérfanas se queden solas.

– Diálogo con el maquetador: Cuando la maquetación del texto corresponde a otra persona, alíate con ella si te es posible para evitar estas tragedias tipográficas.

Mis queridos lectores, la próxima vez que os enfrentéis a un texto lleno de viudas y huérfanas, no miréis hacia otro lado. Ahora ya sabéis qué hacer para evitar su soledad y desamparo.

¡Hasta la próxima corrección, valientes!

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