En un mundo en el que las palabras fluyen de manera imparable, 2024 nos deja una especialmente cargada de significado: dana. Elegida palabra del año por la FundéuRAE, no es solo un término técnico que describe un fenómeno meteorológico —depresión aislada en niveles altos—, sino también un símbolo de caos, imprevisibilidad y, para muchos, desolación.

Este año, la dana cobró un significado trágico tras las devastadoras inundaciones que se produjeron en Valencia. La catástrofe que ha supuesto y la inmensa cantidad de vidas que se han visto afectadas nos recordaron lo vulnerables que somos frente a la naturaleza. Aun así, también nos dejaron lecciones sobre cómo afrontar los golpes, ya sean climáticos o profesionales.

Las inundaciones de Valencia no solo fueron un desastre natural; también pusieron en evidencia nuestra responsabilidad. La falta de previsión, las construcciones en zonas de riesgo y el hecho de quitar importancia al cambio climático han agravado la tragedia. No obstante, la cohesión y el empuje de la ciudadanía de esta zona (así como de otros muchos territorios) han sido un ejemplo de resiliencia y solidaridad. El esfuerzo colectivo nos enseña que incluso en medio del desastre es posible levantarse y seguir adelante, al tiempo que nos invita a reflexionar.

En el ámbito de la corrección, 2024 ha sido un año lleno de retos. La inteligencia artificial ha evolucionado a pasos agigantados y los resultados que ofrece han alimentado la idea de que un algoritmo puede hacer nuestro trabajo. Sin embargo, también he visto cómo este año nos ha dado oportunidades para demostrar nuestro valor. En UniCo hemos trabajado duro para visibilizar nuestra profesión mediante talleres, campañas, reuniones y reivindicaciones institucionales que muestran que los correctores somos mucho más que cazadores de erratas; también aportamos claridad, precisión y, sobre todo, un toque humano. He entendido asimismo que luchar por la corrección es mucho más que luchar por el buen uso del lenguaje; no podemos olvidarnos de que la comunicación también ha de ser más consciente y, sobre todo, ética.

La dana nos ha recordado por la fuerza que adaptarse es fundamental. En nuestro sector, debemos estar al día de los avances tecnológicos y las nuevas demandas. A pesar de esto, adaptarse no significa perder nuestra esencia; al igual que en la vida, en el lenguaje debemos contar con reglas y estructuras para mantenernos a flote, pero hay que saber aplicarlas y, por supuesto, tener en cuenta el contexto.

En este 2025 que está a punto de empezar, sigamos reconstruyendo, reparando daños y fortaleciendo nuestras comunidades, tanto en lo personal como en lo profesional. Porque, a fin de cuentas, las palabras —cuando se acompañan de acciones— son las que realmente nos definen.

Feliz año nuevo.

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