Imagen de Ralf Gervink en Pixabay
Hoy es el Día Mundial de la Croqueta y, como gran aficionado a ellas que soy, vengo a poner un poco de sazón a esta efeméride tan deliciosa. Porque si hay algo que levanta pasiones (y genera errores) en igual medida es este delicioso manjar. Ojo, que no vengo a corregir cómo freír una croqueta —¡la RAE me libre!—, pero sí a echarle un vistazo a la guarnición lingüística que las acompaña.
Empecemos con la «cocreta»… digo, croqueta. Porque ¿quién no tiene un conocido que, con la mayor naturalidad del mundo, pide una ración de «cocretas» y se queda tan a gusto? Y claro, allá voy yo, con mi implacable boli rojo en la punta de la lengua, a recordar que lo correcto es «croqueta», con su erre bien colocada (lo cual desata las miradas matadoras de mi conocido, que me desalinean hasta los chakras). Este término suele ser víctima de un fenómeno llamado metátesis, por el que un sonido cambia de sitio dentro de un vocablo.
¡Y qué decir, por otro lado, de la «mondarina»! Se trata de otro clásico del habla popular que, aunque suena simpático, tampoco está aceptado por la Real Academia. Que se lo digan, eso sí, a mi abuela, gran defensora de la etimología popular basada en el hecho de que para comérsela hay que mondarla.
Lo que sí está aceptado —y esto es verídico— es «almóndiga». Sí, amigas y amigos: la Real Academia Española lo admite, pero en su entrada se indica que es un vulgarismo, lo que se traduce en que «almóndiga» deba evitarse en el habla culta.
El español es un idioma vivo y, como tal, evoluciona. Estas palabras son prueba de cómo se habla en la calle en el día a día, lejos de los manuales de gramática. Y aunque mi trabajo es defender la norma, también reconozco que estas variaciones tienen su encanto. No en vano, si hiciéramos un concurso de «palabras traviesas», «cocretas» y «almóndigas» serían de las primeras en salir a la palestra.
Por eso, hoy más que nunca, levantemos nuestra croqueta por la creatividad lingüística. No importa si preferís las de jamón, bacalao, cocido o rabo de toro; lo importante es disfrutarlas. Al fin y al cabo, no hay nada más español que debatir entre la norma y la tradición popular mientras mojamos pan en una salsa. Eso sí, como corrector que soy, siempre os animaré a tratar los asuntos lingüísticos con respeto y rigor, además de con las erres donde toca.
¡Feliz Día Mundial de la Croqueta!