Imagen: Unión de Correctores

Se alza el telón. Se encienden los focos y los actores se preparan para celebrar su día.

Hoy, 27 de marzo, es el Día Mundial del Teatro, una jornada en la que tenemos mucho que celebrar; aunque los aplausos suelen dirigirse a los intérpretes, directores y dramaturgos, hay una figura silenciosa que trabaja entre bastidores. Sin aplauso, sin butaca y sin ego.

La del corrector (o correctora).

Porque, sí, amigos, el teatro también se corrige; los textos dramáticos están vivos, son imprevisibles y hasta respirables. Son textos pensados en primera instancia para recitarse, no para leerse. Y ahí está el reto principal.

🕯️ La corrección de textos dramáticos: no basta con saber de normas

Un texto teatral no se corrige como una novela, un artículo técnico o una publicación de redes. Los diálogos del teatro tienen ritmo, tono y cadencia; las acotaciones deben sugerir, no dirigir y, además de eso, cada personaje necesita una voz única que lo diferencie y se mantenga de forma coherente a lo largo de la obra.

He corregido dramas en los que en realidad se ocultaba una comedia; supuestas comedias donde los personajes hablaban como el narrador de un ensayo de Filosofía, o monólogos en los que el protagonista lloraba mientras encadenaba tres subordinadas y cinco gerundios de posterioridad.

Y ahí intervengo yo con mi oído afilado, mi boli rojo, mi capa y mi antifaz, para tratar de desentrañar la verdadera esencia del texto. Es decir, no solo lo que hay negro sobre blanco, sino también lo que sugiere.

🎙️ Las acotaciones: campo minado de adjetivos

(Entra ella, tratando de ocultar su tristeza con una sonrisa forzada; ligera pero decidida, deteniéndose en cada palabra que pronuncia, como si saborear cada vocablo la ayudara a encontrar sentido a su vida, mientras cierra la puerta con firmeza y una expresión cansada).

Esto es una acotación, pero más bien parece un ensayo psicológico en toda regla.

La esencia de la acotación no es interpretar, sino sugerir. No impone a los intérpretes cómo sentir; simplemente les da una llave. Si el autor no logra dar en el clavo, quien corrige debe ayudar a conseguirlo.

🗣️ El diálogo: alma del texto… y trampa silenciosa para el corrector

Corregir diálogos no implica solo centrarse en el estilo o el ritmo. Es también —y muy especialmente— una cuestión de puntuación precisa y sujeta a normas concretas que varían según el idioma.

En español, la puntuación de los diálogos tiene sus propias reglas. Sin embargo, no son pocas las ocasiones en que un texto dramático —sobre todo si se ha escrito con referentes anglosajones en mente— arrastra la puntuación del inglés.

Por eso, en cada diálogo, mi ojo corrector debe afinar como lo hacen los músicos antes de un concierto, pues una sola raya mal colocada o una coma donde no toca pueden romper o cambiar por completo el ritmo de una escena.

El corrector de textos dramáticos no solo respeta la voz de cada personaje; también vela por que cada signo de puntuación esté en su sitio.

🌟 Corregir teatro no es solo cuestión de ojo

El teatro no se escribe exclusivamente para la vista, sino que apela también a otros sentidos, como el oído o incluso el tacto y el olfato.

Por eso, cuando corrijo un texto dramático, me gusta leer en voz alta; me detengo en las frases que vuelven la escena asfixiante, pulo la puntuación que interfiere en las emociones y reviso las repeticiones injustificadas, entre otros muchos aspectos.

Corregir teatro es, al fin y al cabo, un pequeño acto de dirección. Invisible pero fundamental.

🎭 Hoy, en el Día Mundial del Teatro…

Levanto mi boli a modo de espada, me aliso la capa y reclamo —una vez más— el lugar que corresponde a la corrección este arte efímero y eterno a la vez. Porque, aunque no subamos al escenario como parte de nuestra labor, los correctores trabajamos para que cada palabra esté a la altura del aplauso. ¡Larga vida al teatro!

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